Poema


«Arriba de mi aurora cantó un pájaro
y yo lo repetí con inefable
claridad sin horizonte ni medida.»
    
                                                 Carmen Conde
Hallazgo

Desnuda y adherida a tu desnudez.
Mis pechos como hielos recién cortados,
en el agua plana de tu pecho.
Mis hombros abiertos bajo tus hombros.
Y tú, flotante en mi desnudez.

Alzaré los brazos y sostendré tu aire.
Podrás desceñir mi sueño
porque el cielo descansará en mi frente.
Afluentes de tus ríos serán mis ríos.
Navegaremos juntos, tú serás mi vela,
y yo te llevaré por mares escondidos.

¡Qué suprema efusión de geografías!
Tus manos sobre mis manos.
Tus ojos, aves de mi árbol,
en la yerba de mi cabeza.


Dominio

Necesito tener el alma mansa
como una triste fiera dominada,
complacerle con púas la tersura
de su piel deslumbrada en mansedumbre.

Es preciso domarla, que su fiebre
no me tiemble en la sangre ni un minuto.
Que la aneguen los fuegos del aceite
más espeso de horror, y que resista.

¡Oh, mi alma suave y sometida,
dulce fiera encerrándose en mi cuerpo!
Rayos, gritos, helor, y hasta personas
acuciándola a salir. Y ella, oscura.

Yo te pido, amor, que me permitas
acabar con mi tigre encarcelado.
Para darte (y librarme de esta furia),
una quieta fragancia inmarchitable.


El universo tiene ojos

Nos miran;
nos ven, nos están viendo, nos miran
múltiples ojos invisibles que conocemos de antiguo,
desde todos los rincones del mundo. Los sentimos
fijos, movedizos, esclavos y
esclavizantes.
Y, a veces, nos asfixian.

Querríamos gritar, gritamos cuando los clavos
de las interminables vigías acosan y extenúan.
Cumplen su misión de mirarnos y de vemos;
pero quisiéramos meter los dedos entre sus párpados.

Para que vieran,
para que viéramos frente a frente,
pestañas contra pestañas, soslayando el aliento
denso de inquietudes, de temores y de ansias,
la absoluta visión que todos perseguimos.

¡Ah, si los sorprendiéramos, concretos,
coincidiendo en la fluida superficie del espejo!

Nos mirarán eternamente,
lo sabemos.
Y andaremos reunidos, sin hallarnos como mortales
en tomo a la misma criatura intacta
que rechaza a los ojos que ha creado.
¿Para qué, si no vamos a verla, aunque nos ciegue,
hizo aquellos y estos innumerables ojos?


Amor

Ofrecimiento.

Acércate.
Junto a la noche te espero.
Nádame.

Fuentes profundas y frías
avivan mi corriente.

Mira qué puras son mis charcas.
¡Qué gozo el de mi
yelo!


Ante ti

Porque siendo tú el mismo, eres distinto
y distante de todos los que miran
esa rosa de luz que viertes siempre
de tu cielo a tu mar, campo que amo.

Campo mío, de amor nunca confeso;
de un amor recatado y pudoroso,
como virgen antigua que perdura
en mi cuerpo contiguo al tuyo eterno.

He venido a quererte, a que me digas
tus palabras de mar y de palmeras;
tus molinos de lienzo que salobres
me refrescan la sed de tanto tiempo.

Me abandono en tu mar, me dejo tuya
como darse hay que hacerlo para serte.
Si cerrara los ojos quedaría
hecha un ser y una voz: ahogada viva.

¿He venido, y me fui; me iré mañana
y vendré como hoy…? ¿qué otra criatura
volverá para ti, para quedarse
o escaparse en tu luz hacia lo nunca?

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